Todo tiene un sentido

Alguien se preguntará porqué hacemos esto. Porqué dedicamos parte de nuestro tiempo, libre o no, a trabajar en unos jardines que no son de nuestra propiedad y sin recibir ninguna remuneración pecuniaria. Los motivos son muchos, sobre todo a nivel personal e íntimo de cada uno de nosotros. El trabajo de voluntario es sacrificado, por momentos duro, la mayoría de las veces ingrato, pero casi siempre satisfactorio para quien lo realiza.

Sin embargo, cuando el trabajo tiene un objetivo concreto, se afronta con una ilusión renovada e incluso con ansia por verlo acabado y llegar a la meta. Pues bien, como cotilleo, os adelanto que se avecinan cambios en los jardines de la Escuela y que esto que estamos haciendo es parte de dichos cambios. Por eso, cuando todo esté hecho, a quienes hemos participado en ellos de alguna manera, nos invadirá una sensación de satisfacción que no se puede pagar con dinero.

Al hilo de lo que decía arriba, he recordado que los propios jardines, en cierto modo, se hicieron de esta manera. Muchos de los antiguos alumnos habéis hecho lo que hoy conocemos, otros muchos lo heredamos. Más de uno de los artífices de los jardines me han comentado que tal o cual ejemplar la plantaron ellos, que ese camino o aquel parterre lo delimitaron ellos durante los años de estudio. Algunos incluso se sorprenden de que sigan vivas sus creaciones, pero a todos les asoma una sonrisa nostálgica.

Pues por eso seguimos como voluntarios el trabajo que ellos hicieron, para que no se pierda, para mantener vivo un espíritu, una forma de hacer las cosas y sobre todo, un legado verde para el mundo.









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